Todo lo referente a lo social en la cultura musulmana se encuentra fuertemente influenciado por el sentido religioso. Los aspectos más importantes relativos a la vida de los integrantes de esta comunidad se basan en la religión islámica. La educación está pues directamente impregnada del sentir religioso, nos encontramos sobre todo con la importancia en la adquisición del conocimiento a la que el mismo Mahoma aludió y dictó distintas normas que aún se llevan a cabo: los padres deben ser los primeros maestros que tenga un niño, la gran importancia que se concede a la influencia de su entorno y la relevancia del papel de la madre en la educación de los niños.
Hay una relación muy estrecha entre la educación y la familia. La educación está presente en los hogares desde la infancia. La madre es la que enseña, entre otras muchas cosas, a tenerle un respeto enorme al padre, también que existen diferencias entre los hermanos, según sean chicos o chicas. Mariam Bejouki, representante de la Asociación Juventudes Musulmanas y joven de 24 años estudiante de la Universidad de Valencia, afirma que “estudiar y llevar una casa con una niña y esperando a otra se hace muy muy difícil. Descansé de estudiar para compaginar la situación porque tenía que cuidar de la casa. Mi marido ayuda en casa, pero aun así te toca a ti hacer la gran parte del trabajo porque eres su madre. A lo mejor él hace la cena, pero siempre el gran papel lo haces tú, que eres la madre, la que estás pendiente de todas las cosas”.
Para los musulmanes, el papel fundamental de la mujer es el de madre y esposa, y en ello se basa la educación que reciben. Asimismo, el trabajo fuera de casa está permitido siempre y cuando no afecte a su papel en la familia. En cualquier caso, la integración de la mujer en el desarrollo económico no implica olvidar su papel tradicional, ni imitar ciegamente a las sociedades occidentales, pues también la mujer árabe y musulmana suele dar prioridad a su papel de madre y educadora de sus hijos.
Resulta necesario enfatizar, por todos los tópicos que se reproducen en occidente, que la sociedad islámica se sustenta tanto sobre el hombre como sobre la mujer, dos pilares con funciones distintas pero complementarias. El islam, contrariamente a lo que se podría creer, afirma la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, subrayando en nombre de Dios que “las mujeres son las hermanas de los hombres” y que tienen sobre los hombres los mismos derechos que los hombres tienen sobre las mujeres.
No obstante, la mirada de mujer sumisa que la sociedad occidental vierte sobre las mujeres islámicas, nos revela que las mujeres en la mayoría de los casos, permanece en casa, sin trabajar, pues sus maridos no se lo permiten. Esto cada vez esta cambiando más, tanto para las mujeres musulmanas que viven en los países occidentales, como para aquellas que viven en países de tradición islámica. El derecho de la mujer al trabajo aparece expresado en El Corán e iguala al hombre y a la mujer en su derecho a poseer lo que han ganado, ya sea a través de la herencia, el trabajo retribuido o cualquier otra forma legal. Aún así, el acceso al mundo laboral por parte de una mujer musulmana es todavía complicado por el sistema educativo o la poca confianza que tienen los empresarios. Uno de los mayores retos sociales de las últimas décadas es conseguir precisamente la igualdad de género, y de su mano, la integración real y efectiva en el ámbito laboral. Si al hecho de ser mujer se le suma el ser musulmana, las oportunidades de encontrar un trabajo se reducen muchísimo. Shaima es una joven que vive en Valencia. Trabajaba en un establecimiento de moda, y afirma: “lo hice sin velo y el día que me vieron con él, me dieron a elegir, o me lo quitaba o tenía que abandonar mi puesto de trabajo, así que me fui”. Muchas jóvenes musulmanas tienen que afrontar este tipo de decisiones, y muchas de ellas, por ser jóvenes o por no tener las ideas suficientemente claras acerca de lo que significa llevar el hiyab, acaban tomando decisiones erróneas, de las que después se pueden llegar a arrepentir.
Para evitar estos conflictos personales, cuando en casa se recibe una educación, pero vivimos en un país con una sociedad, una cultura y también una educación distintas, diferentes asociaciones trabajan para conseguir un mejor proceso educativo y de adaptación, sobre todo de aquellas personas más jóvenes que atraviesen un momento muy complicado, pues su personalidad se está formando y es fácil que se encuentren ante conflictos respecto al equilibrio personal. Los inmigrantes, sobre todo aquellos que poseen una religión distinta, se encuentran con serios problemas a la hora de compatibilizar ambos mundos, que sería la clave para conseguir vivir en equilibrio: por una parte, mantener nuestras costumbres y tradiciones, nuestro estilo de vida, pero por otra parte, no olvidar que estamos en una sociedad distinta, y por tanto, debemos también adaptarnos a sus costumbres. En la actualidad, son bastantes las iniciativas que se están emprendiendo para conseguir una mayor integración de los colectivos de musulmanes.
Por ejemplo, en la Comunitat Valenciana, la Conselleria de Educación se plantea de impartir la religión musulmana en los colegios públicos que se lo pidan. Todos los profesores deberán estar capacitados para ello. Concretamente se trata de un programa muy rico cultural y socialmente que trabaja con la línea moderada. Lo que se pretende es que los niños tengan conocimientos básicos de su cultura. Esta iniciativa ya se está practicando en la actualidad en algunos centros, como por ejemplo en el Centro Cultural Islámico de Valencia. Esta iniciativa cuenta con gran apoyo entre la población musulmana, pues como explica la presidenta de Annur, Cherifa Ben Hassine, cuando se enseña religión en los colegios, con un programa que tiene el visto bueno de todos los organismos oficiales, se puede controlar la mentalidad de los jóvenes para evitar interpretaciones falsas que conduzcan a posibles fanatismos.
La inclusión de la religión en las aulas de los cetros públicos, todavía tiene un largo debate que recorrer. Los centros públicos y su legislación sobre temas religiosos, como puede ser por ejemplo el hiyab no está todavía clara. Los centros tienen la capacidad de decidir en su régimen interno sobre este tema, pero no hay nada más que ver la polémica aparecida el último mes en los medios de comunicación. La joven Najwa Malha, que fue apartada del Instituto Camilo José Cela de Pozuelo de Alarcón, donde la normativa interna impide acudir a clase con la cabeza cubierta, quien se negó a quitarse el hiyab y tampoco quiso trasladarse a otro centro con una normativa más permisiva. En este caso se mezcla el derecho a la educación, la expresión de una creencia religiosa, el reglamento de un centro educativo y las normas familiares.
Najwa Malha, con el hiyab sobre su cabeza, en el patio del instituto del que fue expulsada en Pozuelo de Alarcón .
Opiniones sobre el velo hay para todos los gustos. Pero lo que sí está claro es que las jóvenes tienen que ser conscientes de lo que significa llevarlo y en ningún caso deben estar obligadas. Para la presidenta de la Asociación de Mujeres Musulmanas, Cherifa Ben Hassine, las niñas no deben llevar el velo. “No tiene ningún sentido, porque es una responsabilidad y se debe tener edad suficiente y se consecuente para llevarlo. Pero es algo muy personal, cada uno decide si quiere llevarlo, en ningún caso es una imposición. En cualquier caso, los centros son los que tienen la última palabra sobre la indumentaria de los alumnos”. La decisión sobre el velo se suele asociar en los regímenes de los institutos a la indumentaria. Aunque para la gran mayoría de mujeres musulmanas no consideran el hiyab como una parte de la indumentaria, sino como un signo de fe.
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